TIEMPOS DE SOLEDAD Y AUTOAYUDA.

(Por Marga Mantilla).

Vivimos una época en la que es preciso que cada ser hablante tome posición ante las diferentes
máximas -aparentemente motivadoras- que intervienen en todas las vertientes de nuestras vidas.
Textos de autoayuda, anuncios publicitarios, redes sociales o frases coaching, se tornan
mandatos a cumplir. Hoy es común escuchar expresiones del tipo: “las oportunidades las creas
tú”, “el cambio comienza desde dentro”, o “cree en ti mismo y todo será posible”. Son ejemplos
de mensajes dirigidos a una masa anónima y unitaria que suponen que tod@s adolecemos de
alguna carencia -ya sea de autoestima, resiliencia, empatía-, y que nos sirve el mismo principio
para poder lograr un saber vivir. Lo singular no tiene cabida ni valor; no orienta ninguna disciplina.
Las ciencias sociales actuales no cuestionan estas prácticas basadas en la estandarización y la
evaluación. Ni la psicología ni la psiquiatría de hoy refutan que, en nombre de la objetividad, se
termine cayendo en una especie de objetalización del ser humano. Valemos como objetos y no
como sujetos que desean y se satisfacen; aunque dicha satisfacción pueda ser fallida y no
siempre acierte en la mejor manera para uno mismo o para la sociedad. La felicidad queda a
merced de que seamos “óptimos” gestores de nuestros pensamientos, emociones, metas,
elecciones… no habrá más justificación de la infelicidad que la propia incapacidad. La renuncia a
las inclinaciones llamadas “tóxicas” se torna la única salida posible; aunque es más bien un
callejón sin salida: es fácil acabar devorad@ por una culpa que no cesa -haga lo que se haga- y
que resulta siempre insuficiente; tan insuficiente como se valora el mismísimo ego que procura
autoayudarse.
¿Cuál es la propuesta del discurso psicoanalítico ante tanto desprecio a la concepción de un
sujeto imperfecto que no es absolutamente transparente para sí mismo en cuanto a su deseo y
satisfacción, el que peca de no ser tan capaz de domeñar sus emociones y sentimientos, ese
sujeto que no es tan dueño de sí mismo, que se somete a formas de satisfacción que se le
repiten una y otra vez ante sus ojos; ese ser superior dotado de la palabra, pero que no trabaja
para su propio bien, y que además se muestra rebelde a la domesticación?
Consideramos que el discurso psicoanalítico implica una apuesta por la posibilidad de que un
sujeto -y no su ego- pueda sostener la existencia, como así también la emergencia de su propio
deseo inconsciente. Un deseo que en principio no se puede poner en palabras. Un deseo cuya
propiedad es la insistencia, y que sólo se puede detectar en las insistencias convertidas en actos
en cada un@. Apostamos entonces, por la alternativa subjetiva de hallar una manera de hacer
con lo propio algo abierto a lo Común. (Fotograma de la película Fallen Leaves, de Aki
Kaurismäki).

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